viernes, 25 de noviembre de 2011

En lo que llevo de vida todo ha estado marcado por obligaciones y prohibiciones. Siempre he tenido que dar mi brazo a torcer y seguir las reglas para llegar a una meta, que no se parecía en nada a la que yo quería. Primero he tenido que dar antes de recibir, y cuando recibía primero, siempre era una buena ostia. He querido luchar por lo que quiero, pero siempre ha estado condicionado por si me convenía o no me convenía. Nunca he entendido por qué los consejos del tipo "Trata a los demás como te gustaría que te tratasen" Vale, los tratas bien a los primeros, cuando te das cuenta de que te tratan como una mierda, que tus opiniones ni las oyen y para ellos no eres más que un mono de feria, tu actitud cambia. Y es normal. Siempre he querido saltarme las reglas, cruzar los limites de lo que esta bien y lo que está mal, vivir día a día. Y es que me he dado cuenta de que lo que está prohibido, es lo mejor. O por lo menos, lo más divertido. Y vida, solo hay una, aunque me cueste admitirlo, no creo ni en el más allá ni en el más acá. No hay ni reencarnaciones, ni juicios finales ni nada. La vida está para disfrutarla, para cometer errores, para sufrir las consecuencias de los mismos y para aprender, pero también está para divertirse, hacer locuras, y darte cuenta de que cada segundo es irrepetible. No me refiero a anarquía si no a libertad. Darnos cuenta por nuestros propios medios de lo que se puede y de lo que no, que cada acto tiene su consecuencia, positiva o negativa. Que si quieres, puedes, digan lo que digan. Porque tu vida es tuya, y de nadie más. Disfruta cada segundo como si fuera el último, vívela a tu manera.



No hay comentarios:

Publicar un comentario